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¿Cómo nos repartimos la casa?

Hace unos días llamó nuestra atención una noticia que la prensa califica como novedosa: “El Supremo dictamina la división de una vivienda familiar en un procedimiento de divorcio”. Se trata de una sentencia cuando menos imaginativa, no podemos negarlo, porque establece que la casa que compartía la pareja que se separa, se dividirá literalmente en dos viviendas independientes. Dónde antes había una vivienda, ahora habrá dos. La propuesta tiene mucho sentido desde un punto de vista arquitectónico para afrontar los problemas de separación de pareja en un país con grandes problemas económicos y con una de las tasas de divorcios más altas de Europa. Si no podemos vivir juntos en la misma casa, ¿por qué no vivir separados pero en la misma casa?

Casi siempre, la solución a los problemas se pueden afrontar desde dos puntos de vista: desde una óptica puramente especulativa, cómo hasta ahora veníamos haciendo, incluso podríamos encontrar ventajas económicas en la separación ya se crea la necesidad de una vivienda más -la del cónyuge que se va- y por tanto una oportunidad y una excusa para seguir construyendo. O por el contrario, lo podemos interpretar como otro toque de atención de la sociedad a ayuntamientos y agentes de la construcción. En definitiva, creemos que es una oportunidad para reflexionar sobre cómo debemos pensar las viviendas en un futuro próximo: la sociedad está cambiando y nos demanda nuevas fórmulas. ¡También para la vivienda!

Dividir una casa en dos podría ser una solución muy razonable para estas nuevas demandas. Algunos beneficios que se nos ocurren son la reducción inmediata de la superficie de la vivienda, sin grandes costes económicos, acorde con las nuevas necesidades personales. No es necesario buscar una nueva casa y por tanto embarcarse en un nuevo alquiler o hipoteca. Y lo que es más  importante, los hijos de la pareja no tendrán que cambiar de casa cada dos días o los fines de semana porqué les toca con “papá” o “mamá”. Vivirán en la misma casa pero en viviendas independientes. Quizá, desde este momento, no debería ser tan extraño encontrar casas con dos puertas de entrada, con dos contadores de la luz, o hasta con dos cocinas.

Carles Marcos

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