La casa, durante la Navidad, se transforma. No sólo por la decoración con guirnaldas, las luces de colores y un sinfín de adornos navideños, sino porqué por tradición y sin darnos cuenta sometemos a la casa a cambios sustanciales. Algunos de ellos tan inverosímiles como plantar un árbol en mitad la sala de estar.

En Nochebuena, Navidad o Nochevieja es, sin duda, de los pocos momentos del año en que la casa cambia su distribución habitual, se produce una metamorfosis y se adapta para recibir a los invitados. No hay armario capaz de contener el alud de abrigos que se amontona a medida que van llegando hermanos, cuñadas y sobrinos, primas y primos, tíos y abuelos a la cita familiar por excelencia. La cama del dormitorio –normalmente la más próxima a la entrada de la casa- se convierte en improvisado guardarropa para semejante montaña de chaquetas, bolsos y bufandas. Quizá sea este uno de esos pocos momentos del año en que se intercambia de forma natural el uso de algunas de las habitaciones de nuestras casas. Mientras los niños juegan en el pasillo, los adolescentes se confiesan en el dormitorio, y los adultos desmontan la sala de estar para convertirla en un comedor para toda la familia. El sofá –el mueble más inmóvil de la casa- se mueve de sitio, o mejor dicho, se aparta y si hace falta se cambia de habitación. Se compone una gran mesa formada por una sucesión de mesas dispares que se colocan normalmente en el sentido más largo de la sala. Todos opinan en el encaje. El problema de la falta de sillas se resuelve sin demasiados miramientos, se traen de otras habitaciones: a las cuatro sillas de bonito se le añaden las dos de la cocina, dos sillas plegables de madera, las del escritorio de los niños y alguna que otra silla metálica plegable que trae el cuñado de su casa. Es en el transcurso de la larga sobremesa que experimentamos en primera persona lo incómodas que pueden resultar algunas sillas por muy bonitas que sean.
Durante estas fechas, puede ser un buen momento para plantearse la utilidad del balcón. Ese espacio exterior de la casa al que solíamos salir a tomar el aire y el sol o simplemente a ver la gente pasar por la calle [1]. La noche de reyes es, según la tradición, el lugar por dónde entran Sus Majestades a las casas para dejar sus regalos mientras los más pequeños duermen. Es curioso pues, que durante la época navideña no sólo volvamos a hacer referencia al aspecto más clásico del balcón, sino que lo más sorprendentemente es que le asociemos un nuevo uso relacionado con entrar en las casas directamente desde la calle.
¡Qué flexibles son nuestras casas!
[1] Basta con alzar la vista al pasear por la calle para darse cuenta que en la actualidad muchos balcones han perdido su función original y se parecen más a guarda-bicicletas o trasteros al aire libre.