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Las cocinas del MOMA

Entre el 15/09/2010 y el 2/05/2011 se exhibe en el MOMA de Nueva York una muestra sobre la evolución del diseño de la cocina durante el s. XX. Counter space, design and the modern kitchen, es una exposición organizada por J. Kinchin y A. O’Connor, del departamento de arquitectura y diseño del museo, que combina la presencia de imágenes y eslóganes publicitarios relacionados con el diseño de la cocina, con la exhibición de numerosos utensilios y herramientas aparecidos a lo largo del siglo pasado y que con toda normalidad aún utilizamos.

Lo que llama más la atención de la muestra, sin embargo, es la reproducción a tamaño real de dos cocinas icónicas del siglo XX, como son la cocina de Frankfurt, diseñada por Grete Schütte-Lihotzky en 1926, y una cocina modular de 1968 de la marca italiana de muebles Snaidero, diseñada por el arquitecto Virgilio Forchiassin. Imaginamos que la elección de estas dos cocinas por parte de los comisarios no es nada casual, ya que representan, según nuestra opinión, dos formas antagónicas de entender la cocina en el seno del hogar.

La cocina de Frankfurt apareció en un momento de gran necesidad de vivienda. Después de la primera guerra mundial Alemania lideró la construcción de barrios obreros y la cocina de Frankfurt fue la pieza clave del “existenz mínimum”, una eficaz fórmula para generar con pocos metros cuadrados viviendas suficientemente dignas para las clases más bajas del eslabón social. Hacía falta higienizar, ordenar, compactar el espacio doméstico utilizado para cocinar, lavar la ropa y planchar. Y la mejor forma de hacerlo era imaginando, bajo la inspiración lecorbuseriana de la “machine á vivre”, un ámbito más próximo al mundo industrial que al doméstico, una herramienta que funcionara a la perfección. El gris de sus muebles ayudó a acercarla a esta imagen fabril. En cambio la cocina modular de Virgilio Forchassin aparece en un momento de cuestionamiento de todo lo que el movimiento moderno había establecido y dogmatizado, momento que socialmente estuvo protagonizado por la petición de libertad y derechos. En este ambiente, nuevas ideas irrumpieron en el diseño de las viviendas y de la ciudad, retornando el protagonismo al habitante y al colectivo. Si bien es cierto que sin la experiencia de la cocina de Frankfurt difícilmente se hubiera llegado a un diseño tan “fresco” como el del modelo de Snaidero, las posibilidades de configuración del espacio domestico que éste último ofrecía eran inimaginables hasta entonces, de aquí la viveza de sus colores.

Lo que nos interesa apreciar, sin embargo, de estos dos modelos antagónicos de cocina no es, obviamente, su aspecto, su color, sino lo que ambos representan para el diseño de la casa. Para empezar, la cocina de Frankfurt es una pieza que ocupa un determinado lugar en el espacio domestico, está pensada para situarse entre el recibidor y el comedor. De hecho, ella misma es un espacio de cuatro paredes con unas dimensiones precisas. Contrariamente, la cocina de Snaidero puede estar en cualquier lugar, es un simple mueble con el que amueblar un piso. En este sentido, la cocina de Frankfurt es cerrada. A pesar de sus dos puertas, es un espacio que “sólo” sirve para realizar una función. Cogiendo la metáfora doméstica de Ignacio Paricio, la cocina de Frankfurt es un estuche. Por el contrario la cocina de Snaidero es abierta; es algo con que llenar “la caja”, nuestras cajas; es adaptable a cualquier espacio siempre que tenga un lugar donde “enchufar” sus servicios. En definitiva, es una cocina que da opciones. La de Frankfurt, no tiene opción.

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A pesar de la gran libertad que la cocina modular de 1968 nos proporciona para organizar el hogar, vemos con estupor que el modelo de referencia para el diseño de nuestras viviendas continua siendo el de la cocina de Frankfurt. Nos gustaría, sin embargo, poder imaginar una realidad diferente. No sería tan difícil, y con la evolución de la tecnología en tratamiento de humos aún menos, que existiera la posibilidad de poner al servicio de la gente viviendas hechas a base cuartos -tres, cuatro, cinco- sin ningún mobiliario ni forma que indicara para qué uso están pensados, pero con los servicios suficientes como para poder enchufar en cualquiera de ellos la cocina de Snaidero. Así, la cocina podría formar parte del comedor, de un pasillo o, si se cuenta con suficiente dinero como para pagar dos o más módulos, se podría llegar a tener más de una cocina en una misma casa. La cocina de Snaidero, es, por lo tanto, un válido e inspirador diseño para pensar las nuevas viviendas o para repensar las que ya tenemos. De hecho, su adaptabilidad a los espacios, replegándose si se quiere formar una “isla” o torciéndose para arrimarse a una esquina, aunque ésta no sea de 90 grados, la convierten en una cocina perfecta, también y sobre todo, para las reformas.

Una vez más, pues, nos servimos de la revisión de experiencias anteriores para encontrar ejemplos inspiradores que no restringen las posibilidades de organización del espacio domestico sino que las abren. Ejemplos, olvidados en muchas ocasiones, y que gracias a retrospectivas como la del MOMA, afloran y nos son útiles otra vez, no sólo para el diseño de obra nueva, sino también para efectuar revisiones del ámbito doméstico existente como la que invitamos a hacer desde Habitar.

Roger Sauquet