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El banco bueno. Bench Collective

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Existen dos tipos de ciudad: la habitable, regida por leyes y ordenanzas; y la habitada, cuya única ley está regida por las personas que viven en ella. Y aunque la mayoría de veces, los gobiernos y la sociedad en general, cree más en la capacidad de la “habitable” para transformar y solucionar los problemas de la ciudad, es la segunda, la que sin hacer ruido ni destinar grandes fondos, sólo con pequeños gestos, es la más eficaz en acometer transformaciones. Bench Collective es un colectivo nacido en Ámsterdam para dar solución a dos problemas principalmente: por un lado, la falta de cohesión social dentro de algunos vecindarios y, por otro, la amenazante pérdida de una tradición del mobiliario urbano: los bancos públicos. En los viejos barrios de muchas ciudades holandesas las familias obreras, generalmente bastante numerosas, no tenían suficiente espacio dentro de sus casas. Debido a esto instalaban un banco delante de la entrada, convirtiendo la calle en su sala de estar.
Bench Collective propone una serie de eventos el primer domingo de cada mes, en los que se permite a los vecinos comprar o alquilar bancos situados frente a sus casas. En ellos los vecinos ofrecen los servicios que ellos quieran en una franja horaria voluntaria. De esta manera aparecen bancos en los que beber limonada, comer los platos de la abuela, aprender a bailar salsa o a tocar la guitarra; hay otros bancos donde se ofrecen consejos para ligar, echar una partida de cartas, o donde se cuentan cuentos y hasta en los que uno puede pasar tiempo en familia. Al final, es el cliente el que decide el precio del servicio, pero también se puede proponer pagar con horas, tiquets, mediante trueque de servicios, etc. (como ya se ha probado en Bancos de tiempo y en proyectos de carácter más social). Bench Collective no solo organiza, vende y alquila los bancos, sino que también publicita a estos bancos y los servicios que ofrecen en toda Holanda. Así que, antes de ir, puedes informarte sobre los servicios de los que puedes disfrutar, las personas que lo ofrecen, etc.
El atractivo de la propuesta reside en la capacidad de transformación de un sitio sólo cambiando la mirada respecto a ciertos elementos del lugar. Después de observar un lugar existente y sin un uso concreto, se plantea organizarlo y darle otro uso. A partir de esta idea y con una sola herramienta: una página web, donde se venden bancos y donde se publicitan sus ocupantes, se reorganiza y se humaniza un barrio entero.
Un banco, probablemente el mobiliario urbano por excelencia, que tropezamos con él en nuestra rutina, y apenas vemos por el ajetreado día a día de la ciudad. Concebido esencialmente a partir de dos planos, uno sensiblemente horizontal y otro vertical, vagamente perpendiculares entre sí, normalmente de madera (aunque en Holanda el vertical acostumbra a ser de hierro trabajado); y que permiten sentarse por un tiempo indefinido. Un banco tal y como lo conocemos, sin partes ocultas, pero capaz de dar cabida a tantísimas actividades y capaz de reorganizar y reconectar a las personas que le dedican unos minutos y, por tanto, capaz de cambiar un barrio entero.

Y, si un banco es capaz de resolver un barrio entero, ¿por qué nos planteamos remodelar por entero las grandes Avenidas de nuestras ciudades y destinar millones a ello? ¿Quién asegura que lo nuevo va a funcionar mejor y que los habitantes lo van a saber utilizar? ¿Por qué nos empeñamos en hacer cosas nuevas y no en transformar? Con más razón si además tenemos en cuenta el momento económico por el que pasamos. Y lo mismo en infinitos puntos de Barcelona y del mundo entero. Aunque no lo parezca, a veces la solución está más cerca y es más elemental de lo que pensamos y, probablemente sea mejor y más adecuada que levantar toda ciudad de nuevo.

Clara Tarradellas