La construcción de viviendas, como es de dominio público, ha menguado considerablemente, y en paralelo también la reflexión y la crítica sobre la casa. La disminución de la actividad en el sector de la construcción, los incontables pisos vacíos y los desahucios se han convertido en la expresión cotidiana de la crisis. Es de tal magnitud lo que vemos sobre los desahucios que ha apagado cualquier otra consideración.
En este contexto, ¿Cómo podríamos hablar de viviendas flexibles o de nuevos programas, sin sentir cierta incomodidad en un momento en el que la realidad ha puesto de manera tan contundente las cosas en su lugar? ¿Será también nuestro debate sobre la vivienda una forma de la burbuja especulativa? Alguien decía que la mejor calidad del espacio es la cantidad, trazando así una paradoja fulminante. En nuestro caso, ¿Realmente importa si la vivienda tiene que ser flexible o adaptarse a nuestras necesidades?, ¿O lo que importa es tener una vivienda? Lo cierto es que cada vez que escucho decir o leo que la vivienda contemporánea tiene que ser flexible y se tiene que adaptar a nuestras cambiantes necesidades, no puedo evitar pensar que en realidad los que nos tenemos que adaptar somos nosotros. Nosotros somos los que podemos ser flexibles, las viviendas no, las cosas no son flexibles, pero las ideas sí. Nosotros tenemos una capacidad de adaptación natural, cosa que al fin no han demostrado tener ni los bancos, ni el gobierno, ni los partidos políticos, a los que esta situación ha desbordado.
Cuando nos pueden sacar de casa, se vuelve evidente que la casa es un derecho básico y en este proceso es cuando deviene necesario replantear su esencialidad, básica, simple y económica. Seguir hablando de la vivienda ajenos a los acontecimientos nos puede excluir de la realidad. Esto también quiere decir suprimir o dejar en mínimos normativas técnicas innecesarias, como el llamado Código Técnico de la Edificación, que contiene un puñado de especificaciones, como por ejemplo la ventilación forzada y otras cuestiones verdaderamente prescindibles y que también tenemos que contemplar como una parte de la burbuja irracional que ha encarecido innecesariamente la vivienda. Debemos dar un nuevo sentido al término casas baratas que creíamos superadas, quizás aquellas distribuciones elementales con piezas regulares podrían revisarse, como también podríamos revisar qué cosas de las viviendas de la Casa Bloc de Sant Andreu –ahora que se puede ver una restaurada-, pueden seguir teniendo sentido; o por qué las cosas que contenían las viviendas del Edificio Mitre en sus 46 m2 –armarios empotrados con puertas camufladas, nichos para la vajilla, altillos de almacenamiento, baño con doble puerta, correderas fraccionadas y dos habitaciones- hoy no caben, gracias a las diferentes normativas que parecen haber devaluado el m2. Hay que replantear seriamente una normativa de habitabilidad que puede acabar pareciendo insensible y fuera de lugar en momentos como este. En cambio, la ley podría impulsar una nueva oportunidad para las cooperativas de viviendas que ahora pueden dar un nuevo sentido a su papel, incluso en la gestión de lo que ha quedado vacío.
Hoy la protección y la defensa que tradicionalmente nos daba la casa, la da la calle, como muy bien observaba Javier Pérez Andújar en una entrevista recogida dentro del documental sobre el espacio público producido por el CCCB. Hoy los inquilinos buscan la protección de sus vecinos frente a los desahucios en el portal y en la calle, porque su domicilio ya no es inviolable. Las nuevas viviendas deben partir de que lo que los separa de la calle, del espacio público, ya no es una línea sino una franja, un espacio mucho más complejo. En este espacio que comparten la casa y la calle, se encuentra el nuevo sentido que tenemos que otorgar al espacio público y también la idea de una ciudadanía que traslada los valores de la casa a la calle. Basta con saber que nos pueden echar para que queramos quedarnos en casa. Una casa más relacionada con los espacios comunes, en la que la intimidad sea la justa para que no nos aboque a la indefensión.