Terra Franca es una asociación nacida para poner en contacto propietarios que tienen campos abandonadas con agricultores de vocación pero que carecen de tierra. Esta asociación está formada mayoritariamente por ingenieros agrónomos y se inspira en otras organizaciones de otros países que, como la francesa Terre de Liens, llevan años funcionando con éxito. El reto es el de frenar el abandono de tierras y, en consecuencia, de población de las áreas rurales introduciendo nuevas explotaciones de mínimo impacto ambiental. La fórmula para conseguirlo es facilitando el contacto entre propietarios y agricultores y poniéndoles las cosas fáciles para que establezcan una relación arrendataria o de masovero de larga duración. Terra Franca facilita, por lo tanto, un auténtico intercambio de intereses: el propietario obtiene el mantenimiento agrícola y forestal de sus tierras a coste cero y el agricultor puede desarrollar su proyecto de cultivo o de ganadería.
Los que acuden a Terra Franca tienen básicamente tres perfiles: payeses y propietarios que ya se conocen y quieren mejorar o estabilizar su relación, payeses que quieren acceder a tierras y propietarios que quieren arrendar. En el primer caso la asociación asesora y media entre payeses y propietarios para conseguir el mejor acuerdo para ambos. En el segundo, asesoran y valoran los proyectos de los potenciales agricultores y, en caso de viabilidad, les facilitan el contacto de un propietario apropiado. Y en el tercer caso, valoran las fincas y desarrollan labores de análisis, etc., para que el propietario pueda encontrar el mejor arrendatario.
Llama la atención que Terra Franca y las asociaciones similares acudan a una fórmula como la de las agencias matrimoniales para resolver algo tan complejo y difícil como es frenar el progresivo deterioro de las áreas rurales. Y que lo hagan activando el mayor potencial del campo que es su productividad, evitando el fácil y ya desgastado recurso del turismo rural. Pretendidamente o no, la asociación ha llegado a la conclusión que lo que genera paisaje son las relaciones humanas. Facilitar el contacto entre la gente, fomentar la buena relación comercial, de amistad, arrendataria, etc., es sinónimo de convivencia y es, por lo tanto, sinónimo de ciudad. Quizá la difícil tarea de “urbanizar el campo” que Ildefonso Cerdá invitaba a abordar empezaba por algo tan poco “físico” como las relaciones humanas. Imagino que algo de esto está detrás de las interesantes asociaciones relacionadas con Terra Franca y que, como Rurbans, trabajan para evitar, más que el deterioro, el olvido del campo y de sus gentes.
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