Rehabitar es pensar en un uso nuevo, distinto, o simplemente prolongar el de lo viejo; especialmente apropiado en un momento como éste y en un país como el nuestro, con un parque de viviendas sobredimensionado. De hecho hoy, con miles de viviendas vacías y otras tantas segundas residencias, con edificios industriales y de servicios desocupados y en buen estado, seguir pensando en hacer nuevas viviendas o en su eventual prefabricación, nos parece una cuestión perfectamente aplazable. Hace ya más de un siglo de la publicación de El Practicón. En él, su autor Ángel Muro, elevó a la categoría culinaria el aprovechamiento de las sobras. Ésta podría ser una manera de definir el objetivo del proyecto rehabitar: aprovechar las sobras. El resultado debería abrir algunos interrogantes sobre cuestiones relativas a la vivienda. Nos parece que la casa, su concepción, su equipamiento y su forma, quedan a menudo sepultados bajo un alud de premisas que tratan de dar siempre con la vivienda ideal, como una búsqueda imposible. Tal vez estudiar cómo rehabitarlas no resulte tan ingenuo y, al fin, sea la forma más honesta de aproximarse a la vivienda actual, como algo mejorable pero con un final abierto.