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Soluciones de crisis

El pasado lunes 26 de setiembre el periódico La Vanguardia, publicaba en sus hojas centrales, la segunda entrega de lo que parece serán una serie de artículos. Bajo el nombre de “Joyas Impagables”, el escrito nos pone al corriente de un hecho relacionado con la crisis económica y que afecta a un gran número de pequeños municipios catalanes.

Expone en concreto el caso de cuatro municipios; Bellbei y Castellterçol, de apenas 2.500 habitantes, Badia del Vallés y Torredembarra, de 15.000 habitantes, como muestra ejemplarizante, si bien apunta que son sólo unos cuantos de los muchos que se encuentran en una situación similar.

Hace unos años, cuando apenas se hablaba de crisis – si acaso de supuestas burbujas – y las administraciones locales vivían e invertían en base al dinero que sabían iban a recibir de ayudas del gobierno de la Generalitat de Cataluña, municipios como los mencionados se lanzaron al auge de la construcción de todo tipo de equipamientos. Teatros, polideportivos, auditorios y piscinas de dimensiones olímpicas, para municipios que, a menudo, no superaban los 3.000 habitantes. Equipamientos que, por su tamaño, coste y número potencial de usuarios, bien podrían tener carácter supramunicipal, pero que se encontraban doblados en municipios separados entre sí apenas unos cuantos kilómetros. Hoy, cuando por necesidades de ajuste presupuestario, estas ayudas han sido suprimidas, los municipios se encuentran con un serio problema. No pueden hacer frente a los gastos de mantenimiento de estas instalaciones y, lo que es peor, no pueden darles uso puesto que entonces el coste de su mantenimiento aún les resulta mayor. En definitiva, edificios nuevos pero en desuso forzoso que no cumplen, por lo tanto, con la función social para la que habían sido ideados y que, además, suponen un lastre para los alcaldes del que gustosamente se desharían.

Castellterçol
Espacio escénico en Castellterçol, Barcelona

Los artículos publicados en La Vanguardia no son más que una pequeña parte de una iniciativa del propio periódico que se extiende a través de su portal en Internet. Mediante una llamada a sus lectores para que hagan llegar ejemplos como los mencionados, se pretende, como objetivo, elaborar un mapa de Cataluña en el que sea posible localizar cada uno de estos edificios. Dicho objetivo, sin embargo, parece pequeño si hacemos caso de las muchas propuestas que aseguran les están haciendo llegar los lectores de ejemplos situados en municipios del resto de España.

Biblioteca municipal en Reus, Tarragona.

Llegados a este punto, según lo veo, y más allá de discutir sobre porqué y quien ha hecho las cosas mal para llegar hasta aquí, el hecho es que esta iniciativa pone sobe la mesa un documento que expone con suma claridad el problema.

Una vez descartados aquellos casos que bien por su programa, ubicación o usuarios potenciales sean considerados realmente necesarios – entendiendo seguramente que no pueden considerarse de uso estrictamente municipal sino que han de abarcar un radio de acción de varios municipios –, nos encontraremos con un número considerable de edificios de muy diferente tamaño y condición pero con el único punto en común de estar desocupados.

Algunas iniciativas planteadas desde los propios consistorios tales como subir los impuestos o incluso derribar los edificios, no parecen, ni mucho menos la solución. Pero, ¿qué hacer con un auditorio o un polideportivo que no usamos? ¿Cómo darles uso si estamos diciendo que no hay demanda potencial ni dinero para hacerlo? Quizás el problema sea precisamente partir de la base de que se trata de un auditorio o de un polideportivo. Quizás deberíamos quitar a los edificios toda etiqueta y empezar a entenderlos desde la más absoluta objetividad, aquella que nos ofrece el analizarlos simplemente como objetos construidos.

“Fontaine” Marcel Duchamp, 1917.

Ya no tendremos un polideportivo sino un edificio con un gran espacio cubierto de proporciones rectangulares de aproximadamente 1.000 m2 de superficie, 10 metros de altura, libre de elementos estructurales, climatizado y con iluminación natural, una alta capacidad de carga, espacio para 300 personas sentadas y otras tantas de pie etc. Podremos empezar entonces a hablar de un espacio ideal para la ubicación del mercado itinerante, o para la sede de todas las entidades públicas y privadas del municipio o incluso unas cocheras o aparcamiento municipal. Podremos entonces darnos cuenta del verdadero potencial del edificio y del gran partido que se le puede llegar a dar.

En 1917 Marcel Duchamp revolucionó el mundo del arte al presentar su obra “Fontaine”, un urinario al que sacó de su contexto habitual y giró del revés para forzarnos a apreciar sus virtudes como simple objeto, más allá de las que le ofrecía el uso para el que fue ideado.

Iñaki Tarragó