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Planta baja: femenino, singular

De un tiempo a esta parte, si paseamos por las callejuelas del barrio de Sant Pere de Barcelona, descubrimos con sorpresa que, en medio de locales cerrados, tiendas de ultramarinos, peluquerías, locutorios y demás comercios regentados por diversos colectivos de inmigrantes, coexisten una serie de establecimientos que llaman discretamente la atención. Algunos se encuentran directamente abiertos al público y otros muestran sus actividades al exterior sin que, de entrada, ofrezcan algún tipo de producto especialmente lucrativo. Lo que vincula entre sí a estos establecimientos es que, siendo o no  comercios claramente abiertos al público, tienen un carácter absolutamente distinto a todos aquellos que se encuentran en su entorno inmediato.

En general son una mezcla de talleres-comercio, o de viviendas-taller, o de talleres-oficina o de salas de exposición-atelier. Su relación con la calle es abierta, pues el paseante puede descubrir desde el exterior, la actividad que en su interior se desarrolla; algunos tienen una fachada totalmente acristalada pero otros se camuflan detrás de algunos objetos delicadamente expuestos o de una especie de aparadores escenográficos que va cambiando con el tiempo. Aún así, siempre existe una brecha a través de la cual se puede entrever una estancia de trabajo, un altillo o un patio interior. En algunos, un discreto rótulo ofrece una pista de la actividad que en su interior se lleva a cabo.

Son locales, si se me permite la expresión, exquisitos. Ofrecen a unas calles sucias, malolientes  y, con frecuencia, inseguras, una profundidad visual de campo y un plus de calidad que sorprende. Su descubrimiento consiste para el paseante una grata satisfacción pues, en medio de una degradación medioambiental sin aparentes posibilidades de mejora, constituyen una clara manifestación de esperanza, una apuesta germinal que apunta hacia un inicio de recuperación de unas plantas bajas y, en consecuencia, de unas calles y de unos barrios históricos que se merecen una nueva oportunidad de renacimiento.

¿Quiénes son las personas heroicas que se arriesgan a tamaño atrevimiento? ¿Quiénes se encuentran detrás de estas operaciones iniciáticas, apostando contra viento y marea por una oferta de exquisitez y de calidad en medio de la degradación, la inseguridad y la insalubridad? Descubrimos, no sin estupor, que estas personas suelen ser mujeres. Mujeres de todas las edades, jóvenes y no tan jóvenes, de cultura y procedencia distintas: artesanas, modistas, artistas, ceramistas, joyeras, grabadoras, estampadoras, editoras. En general, inquietas y con cultura, deciden, valientes ellas, cambiar el entorno en el que se instalan con su labor diaria y persistente, con los productos que ofrecen y que enseñan a producir a través de los cristales de sus escaparates y, cómo no, con su ejemplo visible, elegante y silencioso.

Hace aproximadamente un año, la concejal del distrito de Ciutat Vella de Barcelona nos mostraba un estudio pormenorizado de las actividades que se llevaban a cabo en las plantas bajas del barrio de Sant Pere. Preocupada, manifestaba que gran parte de la vida comercial había desaparecido por culpa de la degradación del barrio, de la ilegalidad de los establecimientos de algunos inmigrantes y de las estrictas normativas que impedían la correcta apertura de nuevos comercios. Esta mujer valiente, de manera similar a todas estas personas que abren sus talleres en las plantas bajas del barrio de Sant Pere, pero desde un puesto de responsabilidad mucho más público y complejo, intentó sin éxito dignificar la vida de las plantas bajas de todas las calles de su distrito porque sabía que sólo así podía conseguir dignificar la vida de los vecinos del barrio más difícil pero, a la vez, más fascinante y comprometido de Barcelona.

Todos nosotros conocemos el final de esta historia y todos nosotros lo lamentamos. Ahora que esta concejal ya no está, nuestra única esperanza estriba en todas estas plantas bajas habitadas por mujeres que, poco a poco, palmo a palmo, van ganando terreno y van devolviendo con su personal actitud vital y profesional la dignidad a las calles, a los barrios y, en extensión, a toda nuestra ciudad.

A Itzíar González Virós