Saltar al contenido

Los horarios de la calle

Un atardecer de octubre. El cielo está nublado y sopla viento. Amenaza temporal de levante. Empieza a llover. La calle principal se vacía rápidamente de coches y peatones. Algunos se resguardan en portales para observar la transformación. Primero un hilo de agua discurre por el centro de la calle. Sigue lloviendo con intensidad. Progresivamente aumenta el caudal hasta ocupar la totalidad de la calzada en pocos minutos.

La principal avenida de muchas localidades del Maresme, al norte de Barcelona, es un claro ejemplo de la calle que funciona con horarios. Normalmente el horario de la calle viene determinado por las cosas que la gente hace en ella en los distintos momentos del día como por ejemplo las horas de entrar y salir al colegio, las horas de reparto comercial o las tardes de fin de semana. Pero en el caso que nos ocupa se le añade un factor determinante, el climatológico. Una misma calle puede cubrir diversas necesidades y puede ser más cosas que una calle.

El Maresme es una franja estrecha de territorio entre el mar y un macizo montañoso. Esta superficie está pautada por estribaciones de la montaña que se acercan al mar. Entre ellas discurren las rieras. Son cursos fluviales que permanecen secos la mayoría de días del año. El clima mediterráneo se caracteriza por chubascos cortos e intensos que avivan los cursos de las rieras en pocos minutos.

El núcleo original de las poblaciones históricas se emplaza en puntos altos de inflexión entre el terreno llano y la ladera. El ascenso más cómodo hacia los pueblos se realiza por el curso de las rieras. A lo largo de años, los campesinos han estabilizado las laderas con muros bajos de piedra y plantaciones de arbolado. Las poblaciones han crecido hacia las rieras, convirtiéndolas en su espina dorsal, calle representativa y paseo principal.

Hasta hace poco la riera de Arenys de Munt constituía un ejemplo prototípico de estos espacios urbanos. Su sección transversal consta de dos aceras estrechas y más altas de lo normal para proteger las entradas a los edificios y permitir la circulación peatonal con el cauce lleno. El resto es un lecho de arena con dos filas de plátanos, junto a los bordillos. La única diferenciación en superficie es la que imponen las reglas hídricas.

El pavimento arenoso es reparable y transpirable, pero lo que más nos interesa es la neutralidad e indeterminación que aporta al espacio público. Este factor, el condicionante geográfico y la posición central en núcleo urbano otorgan al espacio un carácter polivalente. Puede funcionar como calle abierta a la circulación y para aparcar, como espacio de juego de los niños, lugar de paseo, o escenario de ferias y fiestas, eso sí, si el tiempo lo permite.

Eduard Callís