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Lilliput

En el episodio 4 de reHabitar nos ocupábamos de esos pequeños comercios que todavía hoy podemos encontrar en muchas porterías de casas de vecinos, compartiendo el espacio de entrada. Como en tantos otros casos, la desaparición de estos “quioscos de escalera” tiene más que ver con la regulación férrea que imponen las administraciones que con su demostrada capacidad de adaptarse y subsistir en la ciudad contemporánea. Un antropólogo como Manuel Delgado nos viene a recordar –a través de un festival de calle que está en marcha en Barcelona– que estos pequeños comercios todavía pueden contagiar al espacio urbano una buena dosis de la vitalidad.

Lilliput crece en las porterías de BCN 

“Era como si pensaran: a esta chava no le puede gustar este pobre desgraciado sin dientes. Como si los dientes tuvieran algo que ver con el amor». La frase, extraída de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, recorre la pared y nos conduce al interior de una mercería situada en un pequeño quiosco de entrada, elemento ya casi extinguido en el urbanismo barcelonés. En el exterior, el artista francés Jean-Philippe Peynot ha escrito la palabra Xóchitl, el nombre de la protagonista del relato, en un estridente color rojo. La repite varias veces como reclamo de la vitrina a la vez que se mezcla con las palabras estampadas de esta historia de amor obsesiva. Es la misma obsesión que Peynot ve en la sucesión de los colores de las medias que la propietaria de este pequeño comercio situado en el Raval expone allí. Este intento de fijar la mirada en el comercio de Bonsuccès 12 es uno de los proyectos que se presenta en la segunda edición del Festival Lilliput, impulsado por el Instituto Catalán de Antropología y dirigido por Patricia Ciriani, con la colaboración científica del profesor de Antropología de la Universidad de Barcelona Manuel Delgado. El Festival Lilliput, que se celebra hasta el 13 de noviembre, continúa con el reto de revitalizar el patrimonio histórico y cultural de estas diminutas construcciones ubicadas en la entrada de los edificios. «Estos comercios de proximidad servían de lugar de encuentro de los vecinos, y eran y son estimulantes de una sociabilidad directa y personal a pie de calle», aclara Ciriani.

Desde el interior de la vitrina de otro quiosco, en Ferran 19, hay gente que contempla los peatones cómodamente tumbada en una cama. La artista danesa Annette Merrild propone este espacio como lugar de encuentro y reflexión a través de esta performance colectiva que ha titulado 24-Hour Bed. Como indica el nombre, en el quiosco hay una cama expuesta las veinticuatro horas dónde cualquier persona puede dormir si lo solicita con anterioridad. «Lo que pretendo es poner de manifiesto el grave problema de vivienda que hay en esta ciudad para los inmigrantes», señala Merrild, que confiesa que ella misma sufrió esta precariedad cuando se instaló en Barcelona.

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En conjunto, son 13 quioscos que permiten un paseo singular por la ciudad de Lilliput sin que sea necesario viajar como Gulliver.

Claudia López, El País, Quadern Catalunya, jueves 28/10/2010

 

El arte comprometido de pequeño formato vuelve a los quioscos de escalera 

El reducido espacio de los quioscos de escalera de las antiguas porterías acoge por segundo año consecutivo el Festival Lilliput, una original propuesta que reúne a artistas multidisciplinares de todo el mundo capaces de lanzar un mensaje comprometido en pequeñísimo formato.

El objetivos de este certamen que empieza hoy es revitalizar los quioscos de escalera, especialmente los situados en las calles más animadas de Ciutat Vella, y utilizarlos como una «microgalería o cápsula del tiempo que expone el trabajo de los artistas a la calle a través de su escaparate», según han explicado los organizadores en un comunicado.

«El activismo, la globalización y la política, siempre bajo cierta capa poética», son los aspectos comunes de las propuestas de todos los artistas que participan. Entre ellos cabe destacar el cineasta francés Jean-Charles Fitoussi, que fue el primero en crear un largometraje con cámara móvil. Además, el festival, que se prolongará hasta el 13 de noviembre, mostrará las instalaciones audiovisuales del brasileño Caetano Dias, el francés Arno Fabre, el alemán Andreas Kaufmann y la danesa Annette Merrild.

Aunque no hay un censo oficial, en el centro de Barcelona existen unos cien quioscos de escalera, espacios de no más de 20 metros cuadrados situados en los vestíbulos de algunos edificios. La falta de locales comerciales tras la Guerra Civil propició la aparición de los quioscos de escalera, que aprovecharon el espacio libre de los vestíbulos para abrir pequeños negocios.

La imposibilidad de adaptarse a las normativas comerciales actuales hacen que, en caso de cese del negocio o intento de cambio de actividad, el consistorio no otorgue una nueva licencia comercial, por lo que su destino parece estar ya escrito.

EFE. Barcelona