Hola, venimos del Mercat de les Flors para ver el comedor de su piso. –Adelante. No es que con esta surrealista conversación por un interfono de la calle Elkano, en el Poble Sec, el Mercat pretenda adquirir viviendas. Ni siquiera alquilarlas. La casa de la danza de Barcelona se ha puesto a llamar a los timbres de su barrio en busca de vecinos que no tengan inconveniente en ceder cinco tardes su sala de estar. ¿Para qué? Para que gente amateur baile junto a la ventana mientras el público la observa a distancia. Sí, con prismáticos.
La culpa de todo la tiene el nuevo ciclo del Mercat, Arts del desplaçament, una serie de performance vivenciales que prescinden del escenario y con las que se ha logrado involucrar al vecindario de Poble Sec. No en vano la cultura, y en particular el arte, que huye de los altísimos precios del Born, está penetrando y revitalizando un barrio cuya población tiende a envejecer.
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Y qué mejor situación para salir a la calle que tener la casa en obras. Ni corto ni perezoso, el Mercat se ha lanzado a descubrir y a descubrirse ante su vecindario, llegando a enviar un centenar de cartas solicitando asilo en el comedor de casa ajena, que en eso consiste la segunda de sus propuestas. Living-room dancers. (Bailarines de comedor), de la suiza Nicole Seiler, invita a coger un plano de la zona, unos prismáticos y un mp3 y con semejante hatillo ir en busca de pisos y apartamentos señalados con una luz fluorescente donde se hallarán parejas bailando desde bailes de salón, a folklore catalán, pasando por hip-hop o lo que soliciten los amateurs seleccionados en Barcelona con un único requisito: su pasión por el baile. «Eso es lo que quiero que me contagien. Observándoles a distancia, con la música en los oídos, te devuelven al origen de tu pasión, la de antes de convertir la danza en un trabajo», señala Seiler.
De las cien cartas enviadas para conseguir comedor, el Mercat recibió diez respuestas. Tras comprobar si el espacio les valía, prosiguieron la búsqueda, esta vez llamando a timbres o haciendo correr el boca a boca. Alejo, un administrativo de 33 años que vive con su novia en la calle Elkano, se enteró y no ve problema en ceder su comedor de vidrieras translúcidas en un primer piso. «No he ido nunca al Mercat de les Flors, pero es gente amiga de amigos míos. ¿Y ahora me invitarán a espectáculos!», comenta.
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«Con el viaje que hemos diseñado en Poble Sec, un barrio con diversidad pero escaso conflicto, esperamos que el público alcance una mirada distinta sobre sí mismo y el mundo», comentan los daneses Vera Maeder y Jacob Langaa Sennek. Catorce espectáculos llevan ya con este planteamiento: de Río de Janeiro a Jerusalén, de Amman a Copenhague, propiciando el contacto entre clases sociales o generaciones, o proponiendo contrastes entre limpieza, por ejemplo, y hedor. «Se trata de que la experiencia del espectador sea la propia performance», añaden.
Pero nada se puede desvelar. Únicamente que no es una provocación y que nadie se ve obligado a nada, ni siquiera a bailar, «aunque el objetivo es activar el conocimiento físico», acaba Maeder.
«Nunca en una ruta guiada –ha dicho la crítica sobre Dance!– ha sido el contacto con lo que es real tan hermoso como con ese espectáculo que hace que dejes de ser espectador y vuelvas a ti mismo en el entorno concreto».