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Como cazadores trasnochados

Entre estas dos fotografías hay cierta semblanza. La de los dos cazadores sobre un elefante abatido [1], algo más o menos corriente y en cierto modo heroico hace unos cuantos años, ha pasado de ser eso a ser simplemente algo trasnochado y bestial. Ya no nos parece emocionante la cacería y sólo podemos disculparlo por el hecho de estar tomada hace mucho tiempo. Pero ahora no aceptaríamos de ningún modo algo así. Creo que nos transmite lo mismo que la otra foto, la de la Cúpula de la prisión de Carabanchel herida de muerte. Poco importa que nos digan que harán pisos nuevos o jardines o equipamientos o que aprovecharan la piel o el marfil de los colmillos. Ya no es tiempo para esto.

Hoy las fotografías que acompañaban el libro Vers une architecture de Le Corbusier, en las que se mostraban instalaciones industriales, silos de grano o fábricas, nos sugieren, no ya el ejemplo a seguir por la nueva arquitectura, sino más bien como aprovecharlas. Qué hacer con ellas, qué añadirles o cambiarles para hacerlas útiles aunque sea para otro uso ¿Podemos seguir derribando instalaciones industriales, ferroviarias, portuarias, militares, almacenes o prisiones, sin ni siquiera haber destinado un momento a pensar si podría repararse?

Pensamos que lo nuevo está sobrevalorado. Algo viejo reparado y convenientemente corregido puede tener un nuevo uso. Reparar adquiere aquí un significado de mayor alcance que una reparación constructiva apunta a reparar el uso, apunta a rehabitar. Aceptamos a menudo un argumento que comienza a ser anacrónico, el de: “…tal como está es mejor tirarlo y hacerlo de nuevo”, cuando en un número significativo de casos lo nuevo no es mejor que lo que hemos derribado. Otros países, otras culturas, aprovechan sin prejuicios instalaciones de todo tipo para convertirlas en nuevas actividades ¿Aquí sólo sabemos convertir las cosas en instalaciones turísticas o recreativas? ¿Podemos hacer también viviendas y así rehabitarlas? ¿Qué lo impide: la normativa, la costumbre, la pereza?

Creemos que en cierto modo están vinculados dos fenómenos, el del exceso de viviendas nuevas edificadas en los últimos años y nuestra proverbial costumbre de abandonar edificaciones que dejaron de tener el uso para el que fueran hechas, simplemente dejadas sin ningún cuidado hasta que se pudran. Del mismo modo que Adolf Loos decía que la cultura de un país se puede medir por los grafittis de sus mingitorios, nosotros pensamos que también se puede medir por el número y la calidad de instalaciones abandonadas. Podemos hacer nuevos y relucientes equipamientos culturales, pero éstos no harán desaparecer la sensación de deficiente gestión y ineficaces políticas que suponen no saber aprovechar lo que ya existe. Las construcciones existentes son también la expresión de un esfuerzo, el esfuerzo de quienes las levantaron de uno u otro modo, respetar ese esfuerzo hace dirigir el trabajo de los arquitectos más hacia una colaboración en el tiempo que hacia una obra creativa, o mejor, hacia la única creatividad posible, la del aprovechamiento.


[1] Nicolau MªRubió Tudurí y Raimon Duran Reynals en un safari.