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Arquitectura vs hogar [II]

(segunda parte del artículo de Juhani Pallasmaa, «Identity, Intimacy and Domicile. Notes on the Phenomenology of home» (1994), continuación del post El arquitecto y el concepto de hogar).

Arquitectura versus hogar (*)

Un hogar, ¿puede ser una obra de arquitectura? Quizás hogar no es, en absoluto, un término arquitectónico, sino más bien perteneciente a la sociología, la psicología y el psicoanálisis. El hogar es una vivienda individualizada, y los medios para esta sutil personalización parecen estar al margen de nuestro concepto de arquitectura. La casa es el contenedor, la cáscara, del hogar. La sustancia del hogar es segregada por el habitante, por así decirlo, desde el interior de la vivienda. El hogar es una expresión de la personalidad del habitante y su patrón de vida distintivo. En consecuencia, la esencia del hogar está más cercana a la vida misma que a la casa como artefacto.En este tiempo de especialización y fragmentación excesivas, la fusión total entre la dimensión arquitectónica de la casa y la dimensión personal y privada de la vida ha tenido lugar sólo en casos singulares: la villa Mairea de Alvar Aalto, por ejemplo, es el producto de una amistad e interacción excepcionales entre el arquitecto y su cliente. Este hogar es un ‘opus con amore’, como confesó Aalto mismo (3). De igual modo, esta obra maestra residencial expresa una visión utópica, compartida por ambos, sobre un mundo mejor y más humano. La villa Mairea es simultáneamente arcaica y moderna, rústica y elegante, local y universal. Abundante en sus imágenes, proporciona consecuentemente un terreno amplio para el arraigo psíquico individual.

En La Poética del Espacio, Gaston Bachelard, delibera sobre la esencia de ‘la casa onírica’, la casa soñada por la mente (4). Duda sobre el número de plantas –tres o cuatro– de esta casa arquetípica de la psique; pero la existencia de una buhardilla y un sótano son esenciales. La primera es el almacén simbólico de los recuerdos placenteros, mientras el segundo es el escondite último de los recuerdos desagradables. Ambos son necesarios para nuestro bienestar mental.

Las características de la casa onírica están condicionadas culturalmente, pero esta imagen también parece reflejar constantes universales de la mente humana. La casa onírica aparece con frecuencia en el cine; la más famosa, quizás, la casa neogótica de los Bates en Psicosis, de Alfred Hitchcock. La arquitectura moderna, sin embargo, ha tratado obstinadamente de evitar o eliminar esta imagen onírica. Por consiguiente, nuestro rechazo arrogante de la historia se ha acompañado previsiblemente del rechazo de la memoria psíquica vinculada a tales imágenes primarias. La obsesión por la novedad, lo no tradicional y lo inesperado, ha borrado la imagen de la casa onírica de nuestro espíritu. Construimos viviendas que satisfacen, seguramente, la mayor parte de nuestras necesidades físicas, pero que no pueden dar cobijo a nuestra mente. Nos hemos convertido en viajeros hacia una utopía inalcanzable, condenada a una falta de hogar metafísica.

La esencia del hogar

El hogar no es meramente un objeto o un edificio, sino una condición difusa y compleja, que integra recuerdos e imágenes, deseos y temores, el pasado y el presente. El hogar es también un conjunto de rituales, cadencias personales y rutinas diarias. Un hogar no puede crearse de golpe; tiene una dimensión temporal y continua, y es un producto gradual de la adaptación al mundo de la familia y del individuo.

En consecuencia, un hogar no puede convertirse en un producto de consumo. Los anuncios actuales de tiendas de mobiliario que ofrecen la oportunidad de “renovar totalmente su hogar” son absurdos; equivalen a un anuncio de psicología para renovar totalmente la mente del paciente. Una reflexión sobre la esencia del hogar nos aleja de las propiedades físicas de la casa y nos lleva al territorio psíquico de la mente. Reunimos cuestiones de identidad y memoria, conscientes e inconscientes, vestigios de comportamientos biológicamente motivados, así como valores y reacciones culturalmente condicionados.


Poética del hogar – refugio y terror

La descripción del hogar parece pertenecer más al mundo de la poesía, la ficción, el cine y la pintura que a la arquitectura.

“Los poetas y los pintores nacen fenomenólogos”, tal como ha remarcado el fenomenólogo J. H. Van den Berg (5). En mi opinión, éste es también el caso de escritores, fotógrafos y directores de cine. Es por ello que la esencia del hogar –su función de espejo y sustento de la psique del habitante– suele revelarse mejor en estas artes que en la arquitectura. El cineasta holandés Jan Vrijman ha observado provocativamente: “por qué será que la arquitectura y los arquitectos, al contrario que las películas y los directores de cine, se interesan tan poco por la gente durante el proceso de proyecto; por qué son tan teóricos, tan distantes de la vida en general” (6).

Los artistas que trabajan en estos campos no se preocupan por los principios e intenciones formales de la disciplina arquitectónica y, por ello, se aproximan directamente al significado mental de las imágenes de casa y hogar. De este modo, los trabajos artísticos que tratan con el espacio, la luz, los edificios y las viviendas pueden ofrecer una lección muy valiosa a los arquitectos sobre la propia esencia de la arquitectura misma.

Jean-Paul Sartre ha escrito acertadamente sobre la autenticidad de la casa imaginada y retratada por el artista: “[el pintor] las construye [las casas], es decir, crea una casa imaginaria sobre la tela y no el signo de una casa. Y la casa así producida preserva toda la ambigüedad de las verdaderas casas” (7).

Además de ser un símbolo de protección y orden, el hogar puede ser también la materialización de las miserias humanas: soledad, rechazo, explotación y violencia. En el capítulo inicial de Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski, el protagonista Raskolnikov visita el hogar de la vieja usurera, su futura víctima. Dostoievski hace una descripción lacónica pero sagaz del hogar que acabará siendo la escena de un brutal asesinato. El hogar deja de ser el símbolo de la seguridad para  transformarse en una imagen de amenaza y violencia. Los interiores domésticos de Balthus (el Conde Balthazar Klossowski de Rola) reflejan extrañas tensiones sexuales –el hogar se erotiza– mientras Hitchcock, por otra parte, atribuye al hogar más corriente los más extraordinarios peligros, como sucede en La ventana indiscreta, Marnie la ladrona y La soga.

El hogar es una experiencia multidimensional difícil de describir objetivamente. Un estudio introspectivo y fenomenológico de las imágenes, emociones, experiencias y recuerdos vinculados al hogar parece ser una aproximación fructífera al análisis de este concepto. […]

Notas

(*) N. T.: en este texto se ha traducido sistemáticamente ‘home’ como hogar y ‘house’ como casa.
 
(3) Alvar Aalto vol. I, 1922–1962, Zurich, Artemis, 1963, p.108.
(4) Gaston Bachelard, The Poetics of Space, Boston, Beacon
Press, 1969, pp.25-26.
(5) J.H. Van den Berg, The Phenomenological Approach in Psychology, Springfield, Charles C. Thomas, 1955, p.61. Citado en Bachelard, ibid., XXIV.
(6) Jan Vrijman, “Filmmakers Spacemakers”, The Berlage Papers, 11 (January 1994).
(7) Jean-Paul Sartre, What is Literature?, Gloucester, Peter Smith, 1978, p.4.
 
Créditos
El hogar y la identidad del habitante.
• Imagen 5: La casa de John Wayne en San Fernando Valley.
• Imagen 6: John Wayne como imagen del macho. 
 
El hogar y el miedo.
• Imagen 7: René Magritte, La tumba de los luchadores (Le Tombeau des lutteurs), 1960. 
 Imagen 8: Alfred Hitchcock, La ventana indiscreta (Rear window), 1954.